El agua es el límite

The water is the limit

Al menos dos mil millones de personas viven en regiones con estrés hídrico. Cada año ellos tienen menos de 1,7 millones de litros de agua a su alcance. La revista MO* investiga sobre el estado hídrico en el mundo, tanto en la superficie del suelo como en el subsuelo.

En nuestro planeta azul el agua está por todos partes: cae del cielo como lluvia, fluye por la tierra en arroyos y ríos potentes, pero también se encuentra bajo el suelo, en las cuencas misteriosas. La codicia humana por el agua es tan grande que lo buscamos en todas partes.

Hasta el siglo 20, el hombre consumía sobre todo agua superficial. Desde entonces, y especialmente desde 1960, bombeamos con cada vez más medios técnicos el agua desde el subsuelo. Según el Informe sobre el desarrollo de los recursos hídricos en el mundo del 2012 de la ONU, se ha bombeado mundialmente 1000 km³ de agua en el 2010. El 67 por ciento fue asignado al riego, el 22 por ciento al uso doméstico y el 11 por ciento restante a objetivos industriales.

En los últimos cincuenta años, el consumo del agua subterránea por lo menos se ha triplicado. Cada año aumenta uno o dos por ciento. Hoy en día, las cuencas subterráneas abastecen un cuarto del consumo humano de agua, la mitad de ello como agua potable y el 43 por ciento como agua de riego.

1,7 millones de litros por persona

La explosión del consumo de agua subterránea no ha quitado realmente la sed de la creciente población mundial. Al menos dos billones de personas viven en regiones con estrés hídrico: anualmente hay menos de 1700 m³ disponible por habitante. Puede que 1,7 millones de litros parezca mucho, pero una persona necesita de mucha agua para alimentarse, bañarse y producir energía y productos industriales.

El agua disponible en un país o una región es la suma de la lluvia que cae ahí (incluída también el agua que penetra en el suelo), más la mitad del agua que entra la región por los ríos.

En Flandes y Bruselas el habitante promedio dispone de 1480m³ de agua por año, lo cual es mucho menos que el promedio europeo. Junto con la India, Pakistán, Etiopia, Somalia, Polonia, Corea del Sur y Sudáfrica, pertenecen a las regiones con estrés hídrico (entre 1700 y 1000 m³ de agua disponible por habitante). África del Norte, el Oriente Medio y Kenia tienen menos de 1000 m³ a su disposición y sufren de la escasez de agua. En Bélgica, la cuenca del río Escalda se encuentra en este nivel. Kristine Walravens, profesora en hidrogeología de la Universidad de Gante: “En Europa es considerada como una grave escasez de agua y efectivamente tiene que ver con nuestra alta densidad de población.”

La disponibilidad promedio de agua en la cuenca del río belga la Mosa es de casi 10.000m³, lo que la hace muy alta. La cuenca debe esa riqueza a la afluencia masiva desde Francia.

No sólo en Bélgica, sino también en el resto del mundo, el promedio nacional del estado hídrico no lo dice todo. Regiones que usan más agua de lo que anualmente hay, se encuentran también en el oeste de los Estados Unidos, Irán, Asia central, el noreste de China y partes de Europa (véase el mapa mundial).

Hay una diferencia importante entre la disponibilidad física del agua y el acceso real a ella. En ninguna otra parte esto resulta tan evidente como en el Congo. El país dispone de mucha agua pero, por la falta de medios técnicos e instituciones adecuadas, gran parte de la población no tiene acceso a agua potable. Esto es reconocido por la ONU como escasez de agua económica.

Cada vez más profundo en el subsuelo

Las regiones donde se bombea la mayoría del agua subterránea son aquellas donde, proporcionalmente, el estrés hídrico también alcanza niveles más altos. Es lógico: si el agua superficial no basta para quitar la sed, se lo busca en el subsuelo (véase la grafica).

En el noreste de China se dispone anualmente de un promedio de solo 500.000 litros de agua (500m³) por persona; es comparable con la disponibilidad en Jordania. Pero China tiene muchas más bocas que llenar y más productos industriales que suministrar al resto del mundo. En muchos lugares el agua subterránea ha bajado decenas de metros. Un área de seis veces el tamaño de Bélgica está amenazada por hundimiento.

El estado hindú de Punjab, que representa el uno por ciento y medio de la superficie de la India, produce el doce por ciento de los granos alimenticios del país. Punjab fue el estado donde la Revolución Verde –apoyada en semillas híbridas, fertilizantes y mucha agua- tuvo el éxito más grande. No obstante, el auge de producción tuvo una desventaja: en el 2010 no menos del 79 por ciento de las cuencas de aguas subterráneas ha sido sobre-explotado o se encuentra en un estado crítico.

Justo al otro lado de la frontera, en el Punjab pakistaní, los problemas son del mismo tamaño. En el 2000 ya había más de medio millón de bombas hídricas que hicieron del Punjab el granero del país. La mayor parte de estas bombas no están registradas, lo que dificulta la gestión de agua. ¿Cómo negociar con cientos de miles de personas desconocidas?

En el sureste de España, el crecimiento explosivo de la industria turística y el cultivo de verduras para la exportación ejercen una fuerte presión sobre una región naturalmente seca. Eso también se aplica a California, donde una gran población, a la que le gusta construir piscinas y campos verdes de pasto, vive en una región relativamente seca.

El Oriente Medio va aun más lejos en el agotamiento de su agua subterránea. Los países petroleros muy secos, pero ricos, en el Golfo trataron de negar la realidad usando sus profundas cuencas de agua subterránea. Se trata de la llamada agua fósil, que no se completa con lluvias y que, entonces, por definición, es irrecuperable. Este enfoque fue condenado al fracaso. En el 2008, Arabia Saudita abandonó su política de producción de granos de gran envergadura que duró treinta años. Entre el 2005 y el 2010 se redujo su producción de granos a la mitad y para el 2016 se podría detener por completo.

Sorprendentemente, también en la lluviosa Flandes hay regiones donde las cuencas de aguas subterráneas están agotadas. La profesora Walravens: “El llamado acuífero Sokkel (un acuífero es una cuenca subterránea, n. del e.) demuestra a la altura de Waregem un verdadero ‘embudo de depresión’. Para encontrar agua, ya se debe buscar a una profundidad de 200 metros. Aalst tiene un embudo de depresión más pequeño”.

Cuencas de aguas subterráneas = subsuelo empapado de agua

Cuencas de aguas subterráneas no son lagos o ríos subterráneos. Se puede describir mejor como volúmenes de subsuelo que están más o menos empapados de agua. Algunos tipos de subsuelo pueden contener mucha agua y otros poca. Cuencas de aguas subterráneas corresponden generalmente a las cuencas hidrográficas de ríos. El relieve de rocas duras determina en cuál dirección el agua fluye sobre la tierra. Una parte de esa agua descendiente desaparece gradualmente en un terreno más blando y otra parte fluye sobre la superficie, en arroyos y ríos.

“Solamente si se bombea en Waregem y sus alrededores trescuartos menos del agua que se consuma ahora, el nivel de agua se puede recuperar gradualmente.”

También bajo la tierra el agua sigue fluyendo, pero a una menor velocidad que en los ríos: se filtra por lo general lentamente hacia abajo en la dirección en que las capas duras subyacentes lo permiten. Los ríos son los drenajes principales de las aguas subterráneas: en épocas secas los ríos y arroyos deben su corriente en gran parte al agua subterránea. Por ello siguen fluyendo, también cuando no ha llovido durante semanas. Los manantiales son los lugares donde el agua subterránea burbujea a la superficie.

La demanda sigue creciendo

A pesar del aumento del consumo de agua subterránea, el estrés hídrico permanece. La razón es que las actividades humanas exigen cada vez más agua. En el futuro, la presión sobre el agua sólo aumentará.

En el primer lugar están obviamente la agricultura y la producción de alimentos. En total, el setenta por ciento de toda el agua es usada para la agricultura. Esa parte es sobre todo alta en los países en desarrollo. En los países con menor desarrollo alcanza en el noventa por ciento y en la India el 83 por ciento. El promedio OCDE es del 44 por ciento.

Que la creciente población mundial necesita más comida, es lógico. Pero puesto que también en los países en desarrollo cada vez más personas están mejor acomodadas, se come ahí más y más carne. Y eso exige más agua. Para la producción de un kilo de arroz se necesita 3500 litros de agua; para un kilo de carne se necesita como mínimo cuatro veces más. Se espera que el consumo de carne aumente todavía mucho en los países emergentes.

También la producción energética necesita del agua: agua de refrigeración para las centrales térmicos, agua de crecimiento para los biocombustibles y caudal de agua para la energía hidroeléctrica. Dentro de las próximas décadas, países como China y la India aumentarán su producción de electricidad probablemente cinco veces. La ONU proyecta que la producción energética exigirá, para el 2050, once por ciento más agua.

En los países ricos, más del cuarenta por ciento del consumo hídrico se dirige a la industria. Puesto que muchos países emergentes se industrializan, podemos esperar también ahí un mayor consumo del agua industrial. También el mayor uso de recursos naturales en los países emergentes genera presión sobre el agua. Así, el mayor productor de cobre en el mundo, Chile, usa un millón de toneladas de agua por día para la recuperación del cobre. El gobierno espera que ese nivel de consumo aumente a la mitad en el 2020. Puesto que una gran parte de la explotación se hace en el desierto, se debe bombear cada vez más agua desde el mar hasta 4000 metros de altura, para luego desalinizarlo ahí. Eso exige muchísima energía – lo que una vez más demuestra la relación estrecha entre la energía y el agua.

Desde hace algunos años, la mitad de la población mundial vive en ciudades. La urbanización tiene un impacto particular sobre el agua. Por un lado, las megaciudades generan una gran presión sobre sus cuencas de aguas subterráneas. Bangkok (Tailandia), Chennai (la India), Manila (Filipinas) y las ciudades chinas Beijing, Shanghai, Tianjin y Xi’an se ven confrontadas con la caída de los niveles freáticos, la degradación de la calidad del agua y hundimientos de tierra. La ciudad de México, que enfrentó ya dos hundimientos de tierra de hasta nueve metros de profundidad, anunció hace poco que empezará a aprovechar el agua proveniente de hasta más de dos kilómetros de profundidad.

Por el otro lado la contaminación urbana de agua también disminuye la cantidad de agua disponible. Todo esto deja claro que la demanda de agua solo aumentará, mientras que la cantidad de agua no crece. Podemos entonces esperar tensiones crecientes por el agua: tensión entre sectores y tensión entre los que más y los que menos agua tienen.

Tomar decisiones

En todas las regiones con estrés hídrico hay decisiones por tomar. Primero se debe investigar cuánta agua se puede usar sustentablemente. Por consiguiente, se debe elegir entre agricultura, uso doméstico o energía e industria. Eso suena más sencillo de lo que es, puesto que siempre se trata de personas y sus intereses – a veces hasta de su propia sobrevivencia. También el comercio opaca a veces la situación. En el plano comercial también se encuentra la importación y la exportación de la llamada agua virtual, que está procesada en los productos industrializados. “Por eso estoy en contra del libre mercado. Para mí, el agua debe ser parte de la economía publica”, dice el altermundista Riccardo Petrella, a quien le gusta ilustrar la dimensión social y moral del consumo hídrico.

En efecto, el comercio puede chocar con las fronteras acuáticas. Una región que exporta más de lo que importa, puede agotar sus recursos de aguas subterráneas. El agua subterránea es una reserva para las regiones contra la sequía. El que pierde esa reserva, se vuelve vulnerable. Además, a veces la exportación de agua –por ejemplo por medio de productos agrícolas- priva a otros usuarios de su agua. Si Israel exporta fruta a Europa, cultivada con agua de las cuencas de aguas subterráneas bajo la Cisjordania ocupada, entonces la elección entre comercio, agricultura y uso doméstico es de gran carácter político. Consumimos entonces agua a costa de los Palestinos –quienes de por sí disponen de mucha menos agua que el Israelí promedio- y los campesinos Israelíes ganan con ello. Elecciones en cuanto al consumo hídrico tienen a menudo consecuencias ecológicas, sociales y políticas.

En algunos lugares no sólo es una cuestión de distribución sino que simplemente no queda otra opción que usar menos agua. China estableció recientemente límites para el consumo de agua: para el 2015 no se podrán usar más de 635 billones de m³ de agua. También Flandes se encuentra en algunas partes ante esta elección, dice la profesora Walravens: “Solamente si se bombea en Waregem y sus alrededores tres cuartos menos del agua que se consuma ahora, el nivel de agua se puede recuperar gradualmente. Tal caída no se puede lograr de hoy a mañana, pero algún día no va haber otra opción. Se predice que en el futuro un tipo de racionamiento del agua, en acuerdo con todos los actores, será inevitable.”

Hace mucho tiempo se veía una contradicción entre los ecosistemas y el desarrollo, entre la naturaleza y el hombre. Hoy en día es reconocido que no podemos vivir sin los ecosistemas y que todos se apoyan de una u otra forma en el agua. La política debe hacer elecciones inteligentes entre diferentes “servicios” que los ecosistemas nos proveen. Extraer agua excesivamente de los ecosistemas va en contra de otros servicios que los ecosistemas ofrecen. Así la extracción excesiva de agua de riego de la parte alta del río Misisipi ha causado mucho daño al delta y su poder de proteger al humano contra los huracanes. El hombre debe aprender a mirar de otra manera al agua y así también al papel que juega en la naturaleza. Walravens: “Nosotros somos simplemente una parte de la naturaleza.”

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